Iniciamos un año nuevo, que es un día nuevo. Es la continuidad de la vida. Hemos dejado 2018 y no tratamos de hacer un balance de lo que nos ha pasado, lo que hemos vivido o lo que esperábamos vivir. Frater también es “un sujeto”, un ser vivo que tiene conciencia de su vivir y su quehacer en medio de la sociedad y de la Iglesia, o mejor dicho de su ser Iglesia en medio de la sociedad. El tiempo pasa deprisa y lo recorrido en los más de 70 años cumplidos, nos hace percibir los cambios sociales, científicos, tecnológicos y culturales como algo que nos envuelve y a los que no podemos escapar.
La vida es una aventura apasionante que nos ofrece la posibilidad de desarrollarnos y madurar como personas, como grupo y como sociedad. Nunca hubiéramos imaginado las posibilidades técnicas, médicas, organizativas, institucionales o culturales que este tiempo y sociedad nos ofrece. Es posible que muchas veces podamos sentir pánico o un poco de miedo por la velocidad y la complejidad con la que llega. También puede ser que tanta diversidad expresada en la cultura, la concepción de la sexualidad, la identidad cultural, las opciones políticas, los sentimientos sobre la vida y la muerte, los conflictos bélicos o la pluralidad presente de razas, naciones o costumbres, nos hagan refugiarnos en lo que “siempre” hemos vivido porque nos da seguridad.
Es cierto, los cambios y los interrogantes sobre la vida ya están aquí. Pero en los cambios estamos las personas, todas las personas con sus historias y sentimientos. Y son parecidos a los nuestros. Estamos en proceso, en camino, siempre en camino… junto a otras personas, hijos e hijas de Dios… iguales en dignidad y aspiraciones.
Los cambios y la diversidad son un hecho y, en Frater, nos hemos esforzado en que nuestras enfermedades, capacidades y diversidades personales, sean reconocidas e integradas en la sociedad a la que pertenecemos. Esta llamada a reconocer nuestra diversidad es la llamada a valorar e integrar otras diversidades que también forman parte de la sociedad. Este puzzle social que componemos todas las personas debe estar basado en el respeto y en el reconocimiento de la dignidad de toda persona. Y esta llamada a descubrir las realidades de los demás nos abrirá la sensibilidad a nuevos dolores y sufrimientos que no son los nuestros. En palabras de Jesús, somos hermanos y hermanas de un mismo Padre y somos convocados a la construcción de un Reino donde quepamos todos los hombres y mujeres, todos los hijos e hijas de Dios. En nuestro lenguaje cristiano hablaríamos de fraternidad universal y de comunión. En nuestro lenguaje humano hablamos de tolerancia, armonía, respeto, encuentro, complemento o convivencia. En el lenguaje de Dios, de Amor.
Por este motivo traemos a la memoria que durante estos días, se han producido varias celebraciones que nos llaman a construir nuestra casa común, el mundo, en hermandad y respeto: del 18 al 25 de enero se celebró la semana por la unidad de los cristianos, el día 30 de enero el Día Escolar de la No Violencia y la Paz y, la Semana Mundial de la Armonía interconfesional en la primera semana de febrero. Estas llamadas nos recuerdan que unidad y diversidad son las dos caras de la identidad del ser humano: las personas nos necesitamos. También nos llaman a luchar para hacerlo realidad creando espacios y relaciones justas, y eso no es nada fácil. Es una aventura arriesgada pero necesaria y fructífera.
¡Ánimo, Frater! ¡A por otro día nuevo!
El Equipo General