El inicio de FRATER está marcado por la experiencia traumática de la Segunda Guerra Mundial tal y como la vivió el Padre François. El hospital de Verdún fue escenario del sufrimiento humano y también del coraje de su capellán, que apoyado en la fuerza del Espíritu Santo, impulsó el movimiento apostólico en el que hemos encontrado tanta vida y esperanza.
Covid-19 y soledad. La desolación de la Francia de 1945 es ahora la desolación de los cinco continentes. En pocos meses hemos visto caer muchas de las aparentes seguridades en las que se sustentaba nuestro estilo de vida. Ni la ciencia ni la tecnología han podido evitar infinidad de muertes. Los hospitales tuvieron que reinventarse. Nos atrevemos a imaginar la soledad de profesionales y personas enfermas. De sus familias obligadas a guardar distancia. Soledad de soledades, la muerte sin duelo, sin llanto. El confinamiento ha supuesto una experiencia de soledad impuesta. Aunque hayamos estado en compañía, hemos sentido soledad e incertidumbre. Somos conscientes de nuestra levedad y vulnerabilidad.
Covid-19 y misericordia. Como ocurre en tiempos de posguerra hay quien saca su peor cara, pero también hay quienes sacan su mejor rostro humano. Así lo estamos contemplando en el brillo de la misericordia en medio de la crisis. Vemos a personas arriesgando su propia vida para salvar al prójimo. Personas que sufren al no poder tratar con calor humano a quien tiene en frente. Gente que inventa y crea nuevos canales de escucha y acompañamiento. Personas vecinas que hasta ayer se desconocían entre sí y ahora desean entablar conversación. Esta soledad, obligada por salud, es ocasión de redescubrir la necesidad de tejido sociocomunitario. Aunque no podamos abrazarnos ni besarnos, podemos mirarnos a los ojos. Ver en cada persona un tú, que no es cifra, que no es un yo competitivo. Es un rostro necesitado de misericordia y compasión.
Frater tiene que reiniciarse. Se ha abierto un tiempo nuevo, ya está aquí. Frater no tiene que refundarse. La primera siembra fue realmente vigorosa. Gracias a la fe y fidelidad de aquellas personas sembradoras somos quienes somos. Sin embargo, este tiempo que nos ha tocado vivir, esta pandemia, nos obliga a tocar el botón de reinicio. Pararnos a pensar cómo serán los acompañamientos personales del futuro. Vislumbrar cómo fortalecer nuestra organización y las funciones que nos permiten la comunión y la evangelización.
Esta grave crisis mundial nos interroga. ¿Quiénes somos? ¿hacia dónde vamos? ¿qué podemos hacer por otras personas? Más preguntas que respuestas. Más amor que ley. Más alegría que desesperación. Como dice el papa Francisco, hemos de trabajar conjuntamente en el plan de resucitar, imitando el trabajo de aquellas mujeres ante la losa del sepulcro. No se dejaron vencer ante la adversidad. Se anticiparon a los otros apóstoles para anunciar la buena noticia. Sí, Cristo está vivo y entre nosotros. Nada ni nadie nos puede separar de su amor.
El Equipo General
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- Frater presses the reset button. Editorial in English