“En la esperanza de la resurrección, Dios se hace vida en nuestras vidas y viene al mundo para salvarnos”.
En Noviembre hemos celebrado la festividad de Todos los Santos. Fiesta que para los cristianos tiene una doble dimensión. Por un lado, se recuerda de manera más especial, si cabe, la ausencia de nuestros seres más queridos, que un día fueron acogidos en los brazos amorosos del Padre y nos queda en el corazón esa honda tristeza, que nos invade al pensar que no volveremos a verlos con nuestros ojos humanos. Por otra parte, se nos invita a ser los sucesores de todos esos santos, hombres y mujeres, humildes y sencillos, con sus debilidades y limitaciones, que a lo largo de la historia nos han precedido para gozar del gran banquete que el Buen Padre tiene preparado para todos sus hijos a los que acoge con su inmenso amor.
Nosotros también estamos llamados a ser santos, tenemos madera de santos desde el momento que con el bautismo nos hacemos hijos de Dios y con el paso del tiempo en nuestra vida, nos aproximamos a hacer realidad las bienaventuranzas que Jesús enseñó a la gran muchedumbre, que le oía en la montaña, y que al igual que se dirigía a aquellas gentes, hoy también nos invita a que todos nosotros seamos bienaventurados: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados .Bienaventurados los que creen en la esperanza de la resurrección, porque ellos verán el rostro de Dios”. (Mt. 5,3-4.6)
En Diciembre, cada año, conmemoramos con regocijo y alegría el nacimiento del Hijo de Dios. Celebramos la NAVIDAD, el nacimiento de Jesús. Dios se hace vida en nuestras vidas y viene al mundo para salvarnos.
Parece que son días propicios para que brote en nuestros corazones sentimientos de ternura, de fragilidad, de solidaridad, de amor, de paz. Es tiempo de estar en familia, de hacerse regalos, de manifestar buenos deseos con las personas que se cruzan en nuestro caminar, de querer ser mejores.
¿Realmente es necesario que esperemos a que sea Navidad para mostrarnos así?
Los cristianos debemos tener una actitud diferente y hacer que cada día de nuestra vida sea una Navidad permanente. Hemos de ser alegres, comprensivos, tolerantes, debemos tener talante de servicio y ayuda con nuestros hermanos más débiles, estar disponibles y comprometidos en la hermosa tarea de hacer la Fraternidad que el P. François nos dejó para difundirla y transmitirla, compartiendo lo que somos y lo que tenemos con generosidad y gratuidad.
Tenemos que dejar que suene en nuestros oídos y en nuestro corazón la música de la NAVIDAD: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” La música de Navidad viene a transformar nuestra condición humana, viene a poner a “Dios con nosotros”. Siempre es el tiempo «para curar» «para construir», «para la paz». Desde Navidad... siempre es tiempo de amar”. (P. François. Mensaje 1948). Un fuerte abrazo y una feliz NAVIDAD,
El Equipo General