Desgraciadamente por más que intentamos evitar separar la fe y la vida, seguimos haciéndolo. Es como si la oración y el compromiso o la vida contemplativa y la vida activa fueran por caminos diferentes. Por ello siempre será bueno repensar la vida de la fe, pues si dejamos de revisar y contrastar corremos el riesgo de estancarnos ante los desafíos del presente. Valiéndonos del lema “La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor humano” de la jornada “Pro orantibus” nos atrevemos a discernir:
Contemplativos del dolor humano. El dolor se ha hecho presente no solo en las pantallas del televisor o de los dispositivos electrónicos. Personas cercanas e incluso nosotros mismos, hemos experimentado la tristeza en un tanatorio al despedir a un ser querido, la imposibilidad de acompañar humanamente a un enfermo en el hospital, el aislamiento forzado de tantas personas mayores y/o con discapacidad en las residencias. También han llegado a nuestros ojos y oídos tantos afectados por el parón de la economía, son muchos los que han tenido que acudir a Cáritas u otras instituciones solidarias para poder comer cada día al no tener trabajo ni recursos económicos. Historias de dolor humano con nombres y apellidos, marcadas con un antes y un después de esta crisis.