Al comenzar un nuevo curso renovamos empeños, trazamos metas, programamos diversidad de acciones. Es lo suyo, pero no podemos olvidar lo nuclear: esmerarnos en cultivar el “amor fraterno”. Reunirnos, tratarnos, ayudarnos y pasar buenos ratos juntos orando, aprendiendo divirtiéndonos es sustancial en la Frater.
La “intuición” del Padre François fue esta: el espíritu fraterno de una persona con discapacidad que lleva la alegría con su visita a otra persona en su misma situación y que establece un contacto personal amistoso fortaleciendo las energías latentes en él.
La “identidad” va por ahí cuando el amor nos urge y nos pone en camino hacia el hermano aislado que con nuestra visita se llena de alegría y ve renacer en su interior energías dormidas y una esperanza prometedora.
Seguiremos también, con la ayuda el Espíritu, llevando adelante los “objetivos” aprobados por la Asamblea General y asimismo cuidaremos la asistencia a los Equipos de Vida y Formación porque eso nos enriquece personalmente y además por la proyección social necesaria inherente a un movimiento cristiano como es la Frater. Animamos nuevamente a las personas que no puedan salir de casa a que se unan al equipo ya existente de formación a distancia.
Que la paciencia, la amabilidad, la lucha por la justicia y la alegría de la verdad se den entre nosotros. Hagamos nuestro el lema de San Pablo: “El amor de Cristo nos urge” (2 Cor. 5, 14). El amor descrito por el apóstol manifiesta la madurez de cualquier persona, grupo o institución.
Conducidos por Dios, nuestras pilas rebosen de “espíritu fraterno” y de “valentía apostólica”.
El Equipo General