Este es nuestro saludo y deseo para todas las fraternidades. Es el saludo también de muchos vecinos, amigos, compañeros... Hemos celebrado el 25 de diciembre que Dios acampó entre nosotros, que asumió nuestra condición (pobre, frágil, enferma... pero también creativa, fiel, amorosa) para transformarla, para que camine a la plenitud y a la felicidad.
El año que hemos empezado, el año nuevo nos sigue trayendo migrantes, refugiados que ya no son tan noticia, más hambre y guerra en Siria, Irak,... más atentados terroristas; persecución de cristianos, persecución de mujeres, trata de niñas para prostitución y más diferencia entre ricos y pobres.
Este año también nos trajo elecciones en España, que no terminan de responder a las demandas sociales de bienestar, trabajo, dignidad e igualdad. Incluso nuestra Iniciativa Legislativa Popular (ILP) contra el copago en dependencia, que tanto trabajo nos ha costado, está a la espera de ser escuchada, pues no hay gobierno todavía que la reciba y valore.
Corremos el peligro de acostumbrarnos, pensar que aún podría ser peor, e incluso conformarnos, asimilarlo… y ya está.
El Año Nuevo que empezamos con la venida de Dios hecho hombre, hecho Niño, nos invita a todo lo contrario. Porque mira que es difícil pensar, razonar y creer que esa frágil criatura, casi inútil por lo pequeño, es nuestra esperanza y salvación. Nosotros podemos creer en Dios porque él mismo nos da libertad para ello; pero Dios es seguro que cree en nosotros, en nuestra capacidad para amar y cambiar las cosas de este mundo, porque nos conoce y conoce nuestra realidad. Dios no tiene otro remedio que creer en nosotros, porque nos ama. Él es sólo Amor y sabe de nuestras debilidades y de nuestra capacidad para amar, porque somos sus hijos e hijas.
El papa Francisco lo entiende perfectamente, lo siente y nos anima, pues anunció la celebración de un jubileo de la Misericordia, un año santo extraordinario: "Será un año santo de la Misericordia, lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: 'Seamos misericordiosos como el Padre'. (...) Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría de redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo".
Así, sí: hay que conseguir un Año Nuevo Feliz. Un año para reavivar la esperanza, para mirar con ojos inquietos, para amar con generosidad, para tener un corazón misericordioso y manos tiernas y serviciales. Esta es la voluntad de Dios. Este debe ser nuestro compromiso. En este hacer, confiamos que Él siempre pone el resto.
El Equipo General