Qué piden los enfermos a los Servicios de Asistencia Religiosa Católica

01.09.2016 17:41

Escribo como enferma y comprometida en el mundo de la enfermedad, expresando lo que los enfermos piden a los capellanes y personas idóneas del Servicio de Asistencia Religiosa Católica en los Hospitales.

Tengo una larga experiencia personal en ingresos hospitalarios a lo largo de mi vida. Además conozco a muchas personas y he acompañado a bastantes, que han vivido igualmente ingresos hospitalarios, con las que he compartido su experiencia y la valoración del servicio religioso.

Hay bastante coincidencia en las peticiones que hacemos y que expreso a continuación:

  1. Que el capellán tenga vocación para tratar con enfermos. Que no lo haga solo por haber sido enviado por el obispo y cubrir el expediente, sino que aproveche el envío para descubrir este mundo apasionante, para sensibilizarse, amarlo y vivirlo como un lugar privilegiado del Evangelio de Jesús y su preferencia por los pobres y los enfermos. Con esta actitud se puede provocar o descubrir la vocación por el mundo de la enfermedad y el sufrimiento. De no ser así el servicio se puede convertir para el capellán en una carga en lugar de una misión.
  2. Que el capellán o persona idónea no llegue como alguien que viene de fuera para traer “la salvación”. Que sea cercano, paciente, con capacidad para escuchar, lo que posibilitará la confianza en el enfermo para que, llegado el caso, pueda abrirse a él y expresarle sus preocupaciones, lo que necesita tiempo. Me viene a la mente la frase que empleaba el fundador de Frater, el Padre François: «No se abre un capullo de rosa a navajazos. Que disfrute durante el día de calor y durante la noche del frescor. Esperad…, no hagáis nada… He aquí vuestro capullo abierto».
  3. Que sepa acompañar. Que no dé impresión de ir con prisa, no es necesaria una visita diaria pero sí intensa. Siempre habrá enfermos que necesiten más tiempo que otros, porque su enfermedad sea más grave, tengan problemas personales, familiares… o estén más solos. A veces no se necesitan palabras, solo gestos, que sepa estar. Otras sí, que se siente un poco a conversar. Con interés por toda la dimensión de la persona, en ocasiones solo podrá tomar contacto desde la parte humana, pero sin dejar de realizar, en el momento oportuno, la dimensión y oferta religiosa.
  4. Que se dirija a los enfermos como personas adultas, que lo les trate como niños. Que sepa compartir los momentos de enfermedad, a veces desconcierto, debilidad, inseguridad…  En un hospital la persona se siente vulnerable, desnuda, indefensa, pocas veces decide sobre su vida, todo se lo dan hecho, como mucho le dan un papel a firmar, el consentimiento informado, que la mayoría de las veces no lee, está en manos del médico y se fía de él, y si lo lee se le quitan las ganas de hacerse nada dado el peligro que entrañan las pruebas, aunque sea de un 1%. Si el capellán es cercano, quizá sea la única persona a la que le pueda expresar sus miedos y angustias. A sus familiares no quiere preocuparles y el resto del personal pasa tan deprisa que no hay un momento para las confidencias.
  1. Que sea portador del amor de Dios revelado en Jesús que se traduce en los gestos, palabras y acciones de Jesús para con los enfermos, en celebraciones religiosas, y en aceptación gozosa del encargo recibido. Para ser capellán o persona idónea del servicio religioso en los hospitales no solo es necesario ser “buena gente”, lo que se presupone, sino además prepararse adecuadamente para realizar la misión encomendada. Gracias a quienes realizan esta misión con dedicación e ilusión renovada.

Basilisa Martín Gómez
Presidenta Frater España
Artículo publicado en la revista Labor Hospitalaria

 

 

 


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