La Frater y Verdún
Verdún es una ciudad de unos 22.000 habitantes del nordeste de Francia en la región de Lorena, departamento de Mosa. He tenido el privilegio de viajar la semana pasada a esta ciudad y sus alrededores junto con otras 16 personas de la Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad (Frater). Viajábamos a los orígenes de este Movimiento que nació hace setenta años de la intuición de un gran hombre, el Padre François y que está extendido por todo el mundo. Este hombre no era muy dado a teorías. Nos lo confirmó una monja del Carmelo de Verdún que le conoció y trató. Ni se complicaba la vida, ni se la complicaba a los demás. Porque creía en la Providencia de Dios, creía en proyectos que parecían imposibles. La Frater es un buen ejemplo de ello.
El Padre François tenía pasión por el ser humano porque tenía pasión por Jesucristo. Creía en las personas y en sus capacidades, aunque estuvieran enfermas o con discapacidades. Por eso aporta una idea original en aquel año 1945, que sigue teniendo actualidad, y es que la persona con enfermedad y discapacidad pasa de ser sujeto meramente receptor de cuidados y servicios, a ser protagonista de su vida, animador de la vida de otros en su misma situación, portador de valores y cualidades que pone al servicio de sus semejantes, anunciador del amor de Dios…
Él propone que a través del compromiso en Fraternidad se lleve a cabo la realización de la persona humana, en los niveles humano y espiritual. “El discapacitado será también un hombre en pie, aunque tenga una pierna menos”. Sabrá y se atreverá a decir YO y adquirirá paciencia y confianza, sin sobreestima irrealista, ni menosprecio o marginación sistemáticos. Sin dejar de reconocer las propias limitaciones, los miembros de Frater sienten como una llamada a superar las dificultades y a decir “henos aquí bien vivos” porque perciben como dirigida a ellos la orden de Cristo al paralítico de Cafarnaúm: “Levántate y anda”. (Marcos 2,1-12).
La Frater nació en el santuario de Benoite.Veux, un pequeño pueblo hoy de 15 habitantes. La Eucaristía celebrada allí tuvo un especial significado para nosotros. Comenzó a desarrollarse en la Diócesis de Verdún y se extendió después por todo el mundo. Verdún, donde vivió el Fundador de Frater hasta su muerte en 1986, es una ciudad impactante. En ella tuvo lugar la Batalla de Verdún, del 21 de febrero al 19 de diciembre de 1916, en la primera guerra mundial, una de las batallas más sangrientas de la historia de la humanidad, Hubo doscientos cincuenta mil muertos y quinientos mil heridos, lanzándose treinta y siete millones de proyectiles. A los cien años se ven todavía las huellas de aquella contienda. Los días que estuvimos allí era noticia de primera página en un periódico local, que seguían desactivando y desenterrando armas químicas de aquella contienda y discutían qué hacer con ellos. Visitar esta ciudad es vacunarse contra la guerra.
El obispo Ginisty de Verdún, el mismo que ordenó de sacerdote al P. François, propuso construir un memorial de los muertos de la guerra. En agosto de 1920 se puso la primera piedra. Hoy reposan allí en el Cementerio de Douaumont, lleno de cruces y otras estelas, 16.000 muertos con sus nombres y apellidos y 36 tumbas colectivas acogen los restos mortales de 130.000 soldados franceses y alemanes sin nombre que murieron en la batalla. Unidos, mezclados para siempre como símbolo de la locura de la guerra. Una Iglesia con unas galerías de 137 metros y una torre en forma de proyectil que alcanza los 46 metros de altura, nos invita a rezar por la paz, a ser constructores de paz, pacíficos y pacificadores.
La Frater es una realidad de vida, a través de la cual muchas personas con enfermedad y discapacidad se han descubierto a sí mismas capaces de amar y de luchar por un mundo mejor. Verdún es un grito permanente contra la guerra y a favor de la paz. Una escultura titulada “Visión de la Guerra” en el museo del interior de la torre, lo expresa con mucho dramatismo. Pero no aprendemos.
José Mª López López
Publicado en el Adelantado de Segovia de este día