Ángeles detrás de las puertas
Visitadores cristianos de enfermos
Por todo el mundo hay muchas historias de viajes que le cambian a uno la percepción de la vida. El de Teresa Herranz del Real, una trabajadora del Hospital de Segovia, fue hace tres años en Lourdes, destino de peregrinaje católico, por el que pasan miles de enfermos cada año. Ni siquiera sabía qué iba a hacer allí cuando se montó una madrugada de verano en el autobús a Francia. "Una compañera me pidió que guardara cinco días de vacaciones para ir, que me gustaría, no me explicó nada más. Ella pagó todo pero falló en el último momento y a las cuatro de la mañana, estando en las fiestas de mi pueblo, decidí irma sola... si no lo hacía no sabría lo que me iba a perder".
Fueron cinco días que terminaron en un cólico de emociones. Se los pasó limpiando habitaciones y acompañando a personas enfermas, pero aquello le sentó como un "regalo". "No sentí la dureza, al contrario, me dio mucha energía", confiesa. Desde aquella experiencia no ha dejado de apoyar a enfermos. Acmpñarles dice, le aporta alegría, sabiduría y cierto conocimiento sobre sí misma. A cambio, ofrece escucha y toda su naturalidad.
Ella es una del medio centenar de visitadores cristianos que existen en la provincia, que se organizan a través de las parroquias, la Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad (Frater) y la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes. Son personas vountarias que acuden a domicilios particulares y residencias para ayudar con su presencia a frontar y sobrellevar situaciones de desolación o a cmbatir la soledad a los que muchos se enfrentan.
No son cuidadores, tampoco asistentes sociales, ni acuden a dar una aspirina contra la enfermedad. Su misión, sencilla a premera vista, es solo prestar atención y hacerlo con escrupuloso respeto por la vida y la sensibilidad de las personas en situación de dificultad, generalmente enfermos crónicos o que no pueden salir de casa. "Es importante escuchar mucho y hablar poco, dejar que sea el enfermo el que tome la iniciativa acerca de lo que quiere hablar", apunta el sacerdote José María López López, consiliario nacional de Frater, quien fuera 24 años capellán del centro psiquiátrico Quitapesares, al que se ha encomendado la formación de visitadores.
La labor que estos desarrollan, explica, no se contrapone a los servicios que puedan llegar a través de las administraciones, ni tampoco es caridad, pues esta "ofende a la dignidad de las personas" cuando no es solo por amor al prójimo. Lo que ocurre, advierte, es qe hay muchas personas que están solas, que necesitan compañía y cercanía. A veces al enfermo no le quedan parientes a su alrededor. Otras, la propia dinámica social mantiene a las familias alejadas, pero también se detectan casos en que a los familiares les cuesta hacer el acompñamiento o que estos simplemente necesitan un respaldo, y es entonces cuando se planea la visita.
Preparación
Acomparñar a enfermos no es una cuestión únicamente de buena voluntad. "Eso pude provocar muchos problemas y conflictos en este campo, hace falta una buena preparación, profundizar en lo que es un enfermo, su psicología y en cómo ha de ser el trato con él y con la familia, pues a veces esta no facilita en encuentro", puntualiza el consiliario de la Frater. En el caso de los acompañantes cristianos, es necesario además ser creyente, sentirse llamdo a prestar el servicio y tener conciencia de pertenencia a la Iglesia, pues el visitador nunca va por libre, sino que acude a través de la parroquia.
Aunque hay quienes rechazan a los "enviados" de la Iglesia, José María López incide en que es fundamental qur los voluntarios lo hagan saber para no dar lugar a recelos. También lo es, añade, que los visitadores acudan siempre de dos en dos, pues ello ofrece mayor confianza al enfermo, evita la posibilidad de que se produzcan abusos y favorece el apoyo mutuo entre quienes hacen el acompañamiento.
La formación del visitador se realiza a través de la parroquias, así como a través de la Frater y la Hospitalidad de Lourdes, donde hay sesiones mensualmente o una vez cada dos meses, que sirven también para ese apoyo entre voluntarios. En ocasiones, estos acompañan a personas en procesos terminales nada fáciles y necesitan después un tiempo para "recolocarse" y econtrarse con ellos mismos. Pero, en general, quienes prestan el servicio aseguran salir de la visita con las "pilas cargadas". En la primera joranda de formación de este año de la Pastoral de la Salud, celebrada en enero, una quincena de voluntarios (todas mujeres salvo uno) coincidieron en que acompañar al enfermo llena y favorece la paz interior: "es una enseñanza continua, te sientes útil a los demás, ellos te agradecen la visita, pero en realidad eres tú quien la tiene que agradecer". Todos están convencidos de que ellos reciben a cambio mucho más de lo que entregan.
Testimonio de vida
"Yo no sé realmente quién es el débil y quién el fuerte, porque hay quienes tienen dolor físico, pero otros muchos sufren dolor del alma, y los enfermos tienen el alma mucho más pura y trabajada que nosotros, señala Teresa Herranz. Esta voluntaria encarna su reflexión en personas como Juan Bayona, un sacerdote catalán de 67 años, afincado en Segovia, al que el parkinson mantiene largas horas en una habitación. Desde que le ayudara en el Hospital a superar uno de sus bloqueos por la enfermedad, ella le visita con asiduidad. Para él, Teresa se ha convertido en un auténtico "testimonio de vida". Para ella, él supone un ejemplo de esa fortaleza espiritual: "la gente que está con él se va sana, porque su físico está ahí pero él lo que cuida es su interior".
El tema de conversación en sus encuentros depende del día y la sintonía, aunque Juan Bayona afirma que no siempre es necesario hablar, que hay veces en que el silencio, una caricia o una simple mirada llenan más. Ordenado sacerdote en 1980 y misionero durante seis años en Cuba, este religioso vive ahora en el lugar de los que en su día él mismo ayudó a aliviar. Para él, la enfermedad se ha convertido en una escuela con la que ha ido ganando humildad, porque siempre "cuesta menos dar que recibir": "cuando enfermas te vas despojando del orgullo interior, ves que necesitas de todo el mundo y te das cuenta de que hay que ser agradecido con todos". Pese a carecer de familia en la provincia, las visitas son continuas a su habitación de la residencia sacerdotal¨. Él no siente la solidad, pero no le cuesta ponerse en la piel de quienes sí la sufren. "De alguna manera tenemos que estar atentos, si estás vivo por dentro lo que no te puede pasar desapercibido es el sufrimiento del otro, quizás tú no llegues, pero siempre habrá alguien que pueda llegar. No digo que con eso se arregle todo, pero sí se empieza a hacer algo".
El consiliario nacional de Frater lamenta en este sentido que no haya visitadores suficientes para todas las personas que en la provincia atraviesan por situaciones de soledad, marginación y abandono: "son muchas las personas que no tienen a nadie, debería haber una revolución desde la sociedad civil y desde la Iglesia", sostiene mientras recuerda que las parroquias están abiertas a todo aquel que sienta voluntad de acompañar.
Virginia Gómez
El Día de Segovia